sexta-feira, 19 de agosto de 2011

El valor de la amistad

Dice la sabiduría popular que: quien tiene un amigo tiene un tesoro. Un proverbio árabe enseña que: se puede vivir sin un hermano, pero no sin un amigo.

Realmente la amistad es algo necesario en nuestras vidas, una de las mayores manifestaciones de amor, entrega y donación que podemos ofrecer a las personas que amamos y queremos bien.

Cuando amamos sinceramente a un amigo, debemos hacerlo sin ningún sentimiento de posesión. Nuestra amistad debe ser siempre leal y desinteresada.

Normalmente, nuestro amigo no es nuestro pariente, no tiene nuestra sangre y ni nuestro apellido, es apenas aquella persona a quien queremos mucho y somos afines. Con él, aprendemos a amar, renunciando a todo deseo de posesión. El verdadero amigo es aquel que siempre está listo a donarse. El buen amigo se conoce en la adversidad a través de la palabra de tranquilidad, del consejo y de la mano amiga que siempre nos infunda confianza y seguridad.

Como es bueno sentir que el amigo nos acepta como somos, sin críticas ni censuras, y que, a pesar de nuestros errores y defectos, están siempre listos a comprendernos y a querernos bien.

Date siempre a tus amigos, dales más y de lo mejor, demostrándoles el valor de la amistad, pero nunca espere ser correspondido.

Recuerda a un gran hombre: Jesús, que nos amo con fidelidad y sin limites, hasta mismo delante de la debilidad de Judas, pasó por alto sus faltas y en la hora del beso supremo de la traición, lo consideró amigo.

Pase por alto también las faltas y los errores de sus amigos y cultive siempre la amistad, pues ella es como una planta que necesita ser cuidada siempre con afecto y cariño.

El verdadero amigo es una bendición divina, porque nos fortalece en las horas difíciles, nos estimula y nos incentiva al crecimiento y al progreso. Cultivar, amistades sinceras es como juntar paz, alegría y progreso en la senda espiritual que nos aguarda.

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